Diez años sin María Luisa Poumaillou
La venezolana inventó un algoritmo que hoy extrañamos.
La mañana del 7 de abril de 2015, de este lado del Atlántico nos despertamos con un triste mensaje en el Instagram de Nicolas Ghesquière. El director creativo de Louis Vuitton anunciaba al mundo la muerte de María Luisa Poumaillou, expresándole plena gratitud, tratando de zurcir las roturas que su partida estaba dejando. Inmediatamente después varios mensajes parecidos fueron pululando por todas las redes sociales. La venezolana nacionalizada francesa recibía sentidos homenajes de notorias personalidades del mundo de la moda, como Jean Paul Gaultier, Rick Owens y Vivienne Westwood, así como de las revistas más reputadas como Vogue y Paris Match. Todos, dolidos y abatidos, expresaban su pena por la muerte de María Luisa, así como se conocía, todo un nombre – marquesina para los más entendidos del microclima de la moda, y una completa desconocida para quienes no componían las entrañas de ese grupúsculo.
Nacida en la boyante Caracas de los años 50 -donde estuvo la primera tienda Christian Dior fuera de Francia-, María Luisa Ibarra Parés vivió sólo siete años en aquella quimera convertida en ciudad. Aterrizó en Francia donde de inmediato se reconoció como la más parisina de todas, aunque su enamoramiento con el mundo de la moda fue por flujo genético y no por determinismo geográfico. Su madre, Alicia Parés de Estrada, se vestía a diario de Balmain y solía tomar el té con el mismísimo Cristóbal Balenciaga. Ya adulta y casada, siendo un referente en las fiestas de rue de Rennes y el boulevard Saint Germain, robusta en tallas y de carácter latino, María Luisa decidió tomarse muy en serio su privilegiada mirada sobre tejidos, cortes y estampados, y aprovechándose del entusiasmo que generaban las innovadoras combinaciones que hacía en su vestuario diario, junto a la visión comercial de Monsieur Poumaillou, su esposo, en 1988 creó la boutique María Luisa, toda una pionera en el concepto multimarca. Mucho antes de que Colette y otras concept stores calcaran su estilo y modelo de negocio, María Luisa fue la primera tienda que mezcló moda, arte, cultura y comercio bajo una visible curaduría. Así nació la leyenda, la benefactora y hada madrina de grandes nombres y marcas de hoy.
María Luisa fue quien empujó la carrera de Jean Paul Gaultier, seleccionando las piezas que el francés mostraría en sus colecciones. Margiela y Galliano también contaron con ese olfato superdotado, con ese tino estético, con esa puntería que se adelantaba un par de años y podía profetizar lo que sería tendencia. McQueen y Tisci también hicieron retoques a sus creaciones a partir de las prendas que seleccionaba María Luisa. Si ella no se acercaba a la percha, ese vestido estaba destinado a pasar el resto de sus días en un oscuro depósito. Su gusto y criterio se convirtieron en dogma para los fashion editors de los noventa, traspasando fronteras, idiomas y culturas. En Tokio, por ejemplo, era referente de lujo y buen gusto, y su tienda era imitada sin cortesías.
Dueña de un carácter dominante y lapidario, era bien sabido la poca empatía que tenía con Anna Wintour. Criticaba los "fenómenos", y miraba con desaprobación la creciente dependencia que estaba teniendo la moda del star system. Huía despavorida de la prensa que quisiera hablar de María Luisa la persona, y no la tienda. Con su estoica presencia hacía que Carla Bruni, hasta en sus días de primera dama del país galo, se rindiera ante ella. Y bien podríamos creer que el monólogo sobre el azul cerúleo de Meryl Streep bajo la piel de Miranda Priestly tuvo mucho que ver con Poumaillou. Pero, también tenía una benevolencia por la que además se hizo querer mucho. María Luisa organizaba ventas especiales -a bajísimos precios y con conversatorios incluidos- solo entre los alumnos de escuelas de moda.
En 2009 cerró su boutique homónima, despidiéndose desde la cúspide y finiquitando ese rincón de peregrinación mundial en el cual, los fieles de la industria se paseaban insistentemente. Ese lugar donde los fanáticos de la moda se concentraban y disfrutaban viendo la exclusiva selección de adelantos de temporada de las grandes firmas, a la que solo tenía acceso María Luisa. Ese mismo año se convirtió en la curadora oficial de los almacenes Printemps de la Rive Gauche, eligiendo cada pieza de alta costura que se exhibiera en sus vitrinas, trabajo que realizó hasta los últimos días de sus 64 años de vida, cuando perdió la batalla contra el cáncer.
Hoy, a diez años de su desaparición física, su legado retumba con la estridencia de un coro de súplicas que piden zafarse de las ataduras de un mundo robotizado y dominado por algoritmos e influencers pagados que modelan comportamientos y consumos sin ningún tipo de conocimientos. Algo que bien podría traducirse en lo que siempre fue su gran objetivo, comprar lo que realmente quieres comprar y no lo que te quieren vender.